jueves, 4 de noviembre de 2010

Peatón vs Automovilista. De la cultura vial y otras cosas...



La calle es un espacio agónico donde se representa todos los días una batalla a veces cruenta por apoderarse de las vías de tránsito, los dos contendientes son el peatón y el automovilista, aunque ciertamente el primero lleva todas las de perder porque lo que antepone es su propio cuerpo.

Un fenómeno por demás interesante para analizar cómo se desenvuelve una cultura jurídica específica. Resulta que existe una reglamentación tanto para peatones como para automovilistas, que sinceramente pocos conocen, ya este asunto nos llevaría a plantearnos el tema de la eficacia del derecho, pero dejémoslo ahí. Resulta además que detrás de la cultura jurídica subyacen también imaginario de nuestra propia cultura cívica que inciden directamente en el problema, por ejemplo la idea de que el automovil significa status social, a diferencia de otras culturas, en México tener automovil significa pertenecer a un grupo social distinto, incluso el tamaño y la marca determinan el grado de distinción y por tanto distinguen del resto. Así el que tiene coche, es porque tiene la posibilidad económica de hacerlo, en contraste con el que se presume no lo tiene por "andar a pie". El peatón está destinado a asumir el "riesgo" por no haberse esforzado lo necesario (o tener una ascendencia rica) para tener un automovil.

En el contexto anterior, el peatón rezaga la civilización, entorpece la vida cívica y en fin, deteriora el progreso y hasta las vistas urbanas, porque parece más adecuado al mensaje civilizatorio que todos tengamos coche, tanta gente en la calle puede ser signo de retraso. Curiosamente todo esto es una apreciación impuesta, impuesta por una cultura consumista que nos obliga a tener coche. No son pocos los anuncios publicitarios que menosprecian al peatón como un ser deplorable y condenado a sufrir los peligros de la calle. El coche en esta cultura es extensión del domicilio particular, es propiedad privada por excelencia, sobre todo ahora que es muy difícil tener una propiedad inmueble, al menos conformarnos con la propiedad mueble por excelencia.

Todo esto es un discurso construido entorno al consumo, una idea implantada que es fácil desmontar apelando al sentido común ¿Será realmente el triunfador indiscutible el automovilista propietario que pasa horas y horas dentro de su vehículo, aislado de todo, involucionando socialmente, contaminando y gastando mucho dinero en impuestos, combustible, revisiones mecánicas etc? como bien dicen por ahí el automovil no es en ningún modo inversión, es puro gasto. No podría caber en mejor lugar que aquí la idea dialéctica de civilización ¿quién es el civilizado, el que lo tiene todo el que no necesita de nada? normalmente debiera responderse prudencialmente esta pregunta, es cierto que necesitamos de los adelantos de la técnica como lo es el automovil pero eso no puede ir en detrimento de nuestra característica de entes gregarios.

Por otro lado parece que estamos perdiendo la calle, ese espacio por demás social, el del merolico, el del marchante, espacio dialógico que hace florecer relaciones cívicas y nos entrena para la vida. Como lo ha puesto en evidencia Hugo Hiriart en su libro "Circo Callejero" entre más rico es un barrio menos gente hay en sus calles, pero tambi´´en podría expresarse en estos términos: entre más desarrollado es un barrio (desarrollo económico y tecnológico) menos personas habrá en sus calles. La relación inversamente proporcional está completa " a más desarrollo económico más subdesarrollo humano".

Y volvemos a nuestro tema, si bien el peatón no es una blanca paloma respecto a sus obligaciones cívicas, si es cierto que es la parte más frágil y más susceptible de daño en la lucha contra el automovilista, sólo en la Ciudad de México mueren más de 18 mil personas al año atropellados gran parte niños, ciertamente negligencia en muchos casos, pero no dejan de ser "delitos imprudenciales", en derecho se llama a esto responsabilidad objetiva, se asume la responsabilidad del uso de un objeto que es potencialmente peligroso.

En estos términos más que reglamentos necesitamos una paideia, un programa de educación cívica, en el que se siga fomentando el uso de vehículos alternativos como la bicicleta; mejorando los sistemas de transporte y educándonos respecto de nuestros derechos y obligaciones como transeúntes y conductores. Las señales de tránsito son un muy buen elemento pedagógico, pero son instrumentos, debe imperar el buen juicio en cada caso, sentido común que por cierto está implícito en la reglamentación correspondiente: sí el peatón comenzó a travesar la calle durante el alto del conductor aunque la luz cambie a verde el conductor debe esperar a que termine de cruzar el peatón, dice la norma, que es puro sentido común, básicamente evite "aventarle el coche al peatón", usted tiene una máquina que funciona con la mínima presión de su pie, el peatón tiene que imprimir fuerza a sus dos piernas en proporción a su condición física.

Por otro lado no podemos dejar esta tarea colosal sólo a las autoridades, la mayoría de las veces peor educadas y limitadas para ello, es necesario un esfuerzo ciudadano, pues para recuperar la calle y mejorar la seguridad de la misma, se requiere el esfuerzo de todos comenzando por la difícil, pero no imposible tarea de cambiar nuestra idiosincrasia, nuestra cultura bajo mensajes ecológicos, cívicos, sociales y humanos que nos ayuden a plantear la lucha entre peatón y atuomovilista en términos de convivencia.