Más allá de las teorías o perspectivas teóricas se encuentra el ser humano; pero esa es la paradójica tragedia, que el ser humano parece quedar siempre más allá. Fundamento de todas las visiones antropocéntricas quedó perdido entre las definiciones; otros más decidieron hacerlo a un lado explícitamente, por las limitantes cognitivas o por la renuncia a la soberbia que terminó por convertirse en pusilanimidad. Pero el olvido del ser humano que alarma no es sólo el teórico, el olvido que desgarra es el cotidiano. Un olvido que va avanzando, que comenzó por desmembrar las conciencias de lo otro que es propio. Primero el mundo se nos hizo ajeno y sólo así pudimos explicarlo, pero fundamentalmente, dominarlo; luego, nosotros mismos nos enajenamos, al percibir al otro como extraño. Nos olvidamos del otro que mira y ríe, que sufre y se encuentra ahora tan solo, con su ego entronizado, porque así lo ha dispuesto su impenetrable autonomía monádica. Nos olvidamos poco a poco de que lo que nos constituye no es ajeno y de que en la alegría de los que están al lado se encuentra nuestra felicidad. Nos olvidamos del olvido y comenzamos a creerlo memoria. ¿Qué más da el grito ajeno y el llanto del extraño si con ello se puede conseguir el goce placentero del poder, de la comodidad y un sueño de vida artificialmente comprado? No hay nada más que el olvido de las violaciones, de la tortura, de la desnutrición y de los pueblos lejanos. Olvidados, sin rumbo, sólo un rumbo inventado. La raíz del olvido en el disimulo de los descalzos, en la basura que se suelta al aire despreocupado, en la inconsciencia del trato hacia el anciano. El olvido en sus expresiones prístinas de mutilación, física y anímica, en la distancia abismal de los medios de subsistencia que enfrentan cifras “optimistas” de tres mil pesos mensuales frente a setenta y cinco millones de ceros incontables diarios. Los hechos son claros, no hace falta buscarlos, emergen “disfrazados” de los diarios… pero sobre todo, se agolpan en cada paso, así, sin disfraz, alrededor de eso que ya no vemos, porque no queremos, porque nos hemos olvidado. ¿Cómo volver?, ¿cómo recordarnos? Si nos hemos vuelto cosas y las cosas se han vuelto dioses y a los dioses hay que acumularlos a cualquier costa… Qué más da, si el olvido otorga levedad y nos perdemos en la levedad del ser instantáneos, inmediatos. No pasa nada, no significa nada, la muerte de uno o millones, al final todos mueren. Olvidamos el olvido del olvido y en la levedad nos esfumamos hacia la brutalidad inconsciente de la violencia… Ley Arizona, masacre de migrantes, invasiones armadas en oriente y el mundo, muertes “colaterales” en la lucha contra el narco, desnutrición, analfabetismo, Juárez “de” nadie porque ha sido disimulado. Indignante olvido que ha sido olvidado para continuar el ritmo mecánico del vacío de lo humano.
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Excelente narración literaria...GRACIAS!!! me recordó de la clásica novela romantica, creación literaria de Victor Hugo de 1862, Los miserables, que se convirtió en la obra considerada el himno a la defensa de los oprimidos en cualquier tiempo y lugar.
ResponderEliminarUn saludo!!