Como bien decía Herodoto la historia está hecha para encender el espíritu patriótico y llevar a las naciones a plantearse mejores derroteros, dicho así, la historia es entonces susceptible de ser manipulada, como de hecho lo es, la cuestión es que a veces puede ser con fines buenos pero otras veces, quizá las muchas, con fines de alienación; la historia como fenómeno cultural está sujeta a las imágenes que la propia comunidad a la que se adscribe le señala pero a su vez es capaz de generar imágenes que se constituyan en referentes culturales.
En la contemporaneidad sigue apelándose a ese tipo de historia de bronce, aun si bien la historiografía ya fue y regreso en su distanciamiento con este tipo de historias; hoy mismo parecen coexistir el relativismo producto de la explicación posmoderna (se piense en Fukuyama y El fin de la historia) por el cual se podría resumir todo es historia y a la vez nada lo es depende del relato, por otro lado la idea de preservar la memoria de ciertas culturas que deben tener presente los oprobios sufridos en sus pasados y el perdón que los victimarios presentes piden a las víctimas actuales por crímenes del pasado; vemos también replantearse la mitología, sobre todo a través del cine, películas de corte histórico que hablan de valores contemporáneos y apelan a discursos actuales; tradiciones reinventadas, fiestas resignificadas y en fin, un afán renovado por mirar el pasado, para buscar una identidad tal vez perdida frente a la vorágine que representa la globalización.
En resumen, no sólo cultura, sino también historia cultural: somos resultado de nuestro pasado, y a la vez la imagen de nuestro pasado es sólo posible a través de nuestros preconceptos actuales. La historia jamás ha sido inocua, parecen vigentes las palabras de Simón Bolívar: la cultura llama a la acción, la historia como fenómeno cultural no sólo apela a nuestro intelecto sino sobre todo a nuestra conducta, y en particular a nuestra actitud cívica.
En el caso mexicano el uso de imágenes e imaginarios para apelar a una identidad propiamente mexicana es recurrente, más aun ahora que nos encontramos en las conmemoraciones cívicas de la Independencia (1810) y la Revolución (1910), ya el sesgo es interesante porque se habla de inicios de ambos movimientos pero poco se refiere a sus antecedentes y muchos menos a sus momentos paradigmáticos y subsecuentes.
Por lo que hace a la Independencia, se ha insistido en series de televisión (no sólo en México) al cine y la literatura. Una serie de imágenes desfilan delante de nuestros ojos llamándonos a la reivindicación de nuestros símbolos patrios que dan razón de nuestra nacionalidad.
Más allá de los lugares comunes, es claro que detrás de todo aquello, y detrás de todo esto hay un proyecto político, las imágenes intentan simbolizar cuál debe ser el mensaje que al final nos debe quedar en la conciencia histórica. Sin embargo a lo largo de la historia las imágenes van simbolizando mensajes diferentes e incluso descontextualizados. Para muchas generaciones era claro que se trataba de dos etapas en la Independencia su inicio y su culminación, para ésta no lo es tanto (ver imagen arriba).
Respecto de la función pública un imaginario se ha hecho presente en las salas públicas, la frase "La Patria es Primero" acompaña los trabajos de legisladores y jueces en todo el país ¿qué significa hoy esta frase? habría que hacer una encuesta, pero seguramente pocos conocen el contexto en la que fue dicha, por lo que una lectura descontextualizada podría tener como resultado justificar un Estado de derecho o pero aun un Estado de excepción y la limitación de derechos.
A propósito de los salones de protocolo fue de uso común la imagen de Miguel Hidalgo en su despacho, un Hidalgo intelectual con papeles sobre la mesa que simbolizaban sus decretos y su labor legislativa que en realidad fue poca (ver imagen arriba).
Otro problema es que sociológicamente patria, nación y pueblo pueden parecer equivalentes pero en jurídicamente tienen implicaciones precisas dependiendo el contexto en que se interpretan jurídicamente, cuestión que puede o no repercutir en la cultura, cuestión por lo que el tema es susceptible de analizarse desde la cultura jurídica, se piense por ejemplo en el caso mexicano conocido como "el poeta maldito" en el que la Suprema Corte analizó el contenido de una poesía que atentaba contra los símbolos patrios.
Un asunto por demás interesante es el análisis de los propios festejos del centenario de la independencia en 1910, que fueron acompañados por un nuevo elemento visual: el cine. "El grito de Dolores o La independencia de México" de 1907, de Felipe de Jesús Haro, fue obligatorio verla hasta 1910. Entre los documentales que registraron los festejos oficiales se encuentra: la versión de los hermanos Alva, la de Salvador Toscano y Antonio F. Ocañas, la que realizó la empresa Desfassiaux, y tal vez las de Guillermo Becerril hoy desaparecidas.
Las películas del Centenario registran el culto al panteón cívico en las escenas “Recepción de la pila bautismal del cura Hidalgo” donde podemos ver la procesión en la que los estudiantes de historia de la preparatoria iban jalando el carro donde se encontraba la pila bautismal del iniciador de la Independencia; y “Solemne entrega del uniforme de Morelos por la embajada española” la cual registra la entrega del uniforme y otros objetos que le fueran quitados por los realistas y que por encargo del rey de España hizo su embajador especial, el marqués de Polavieja al presidente de México el 17 de septiembre, evento que según la Crónica oficial, fue el que más conmovió al pueblo, por ser Morelos el “representante genuino de la nacionalidad mexicana”. En procesión, puestos sobre una cureña de cañón el retrato y los objetos de Morelos, iban escoltados por la Compañía de la Escuela Militar de Aspirantes y por el representante español (el marqués de Polavieja) escoltando los estandartes insurgentes, entre los que destaca el de la virgen de Guadalupe; en “Homenaje a los niños héroes de 1847 en Chapultepec” El programa incluyó el discurso oficial del diputado José R. Aspe y la lectura de un poema de Ezequiel A. Chávez. Para terminar, se cantó el Himno a los Héroes cuando Díaz se dirigió al monumento y depositó una corona de flores; la acción registrada por las vistas se concentra, al igual que en muchos otros eventos, en la llegada y partida de Porfirio Díaz, como una de las tomas que muestran al presidente de la República llegando a la tribuna oficial donde se efectuó el acto relativo al monumento a Washington.
Es muy significativa esta reunión de las imágenes simbólicas de los héroes del pasado con las del presidente. Utilizado en monedas, medallas, estampas, timbres, vajillas, postales, partituras y carteles, este recurso apareció en las mismas celebraciones del Inicio de la Independencia en el carro alegórico del Centro Mercantil para la Fiesta del Comercio, donde el busto de Hidalgo iba coronado por la Patria, el de Juárez por la Justicia y el del General Díaz por la Paz. De la misma manera, en el álbum fotográfico México en el centenario de la Independencia el recorrido visual inicia con los retratos de los tres próceres presentándolos como los constructores de la nación. En las películas el recurso visual se enfatizó a través de la inclusión de vistas fijas o transparencias en las que aparecían dibujos o retratos de Hidalgo, Juárez y Díaz.
(…)
Enfatizando el discurso oficial del Centenario, el cual sugería que el régimen porfirista era un punto culminante de la historia mexicana, en la “Apoteosis de los Héroes de la Independencia”, la final y espectacular ceremonia que constituyó el apropiado cierre de todos los festejos, el padre Rivera, uno de los historiadores más conocidos del periodo, señaló que “Hidalgo y Juárez plantaron la frondosa oliva de Porfirio Díaz.”
Gracias a él [a Díaz] hemos podido solemnizar nuestro Centenario y esta magna apoteosis con incomparable magnificencia, entre el aplauso y las cordiales manifestaciones de simpatía de todas las Naciones del orbe y en medio de las aclamaciones de un pueblo libre, próspero, culto y feliz.Así considerada, esta solemnidad de agiganta. Esta glorificación alcanza, no sólo a los héroes y a los mártires de nuestra lucha de Independencia. Nuestra gratitud y nuestra veneración se extienden aún, y sucesivamente, a los prohombres gloriosos de la Reforma, y también incluye, y debía incluir, al magno gobernante; al fundador de la paz, del crédito y de las riquezas nacionales; al educador, con su ejemplo, con las instituciones que ha creado y con los códigos que ha expedido, del pueblo mexicano, y a quien la posteridad llamará el consolidador de nuestra Independencia.(*)
Por último habría que decir dos palabras respecto de las imágenes más recientes sobre la independencia. La primera es la película Hidalgo. La historia jamás contada de Antonio Serrano, que afortunadamente rescata aquél matiz por el cual Hidalgo denunciaría la doble moral de la época a través de la metáfora del Tartufo de Moliere, pero llama la atención que se enfatice en que la vida privada de un "héroe nacional" nada tiene que ver con su actividad pública y que al caudillo se le pueden perdonar cosas siempre y cuando cumpla su misión, lo que podría llevar al imaginario social a formarse una idea utilitarista y caudillista de la historia de México, no sólo de su historia, sino incluso de su presente que es producto de aquella.
Por lo que respecta a Héroes verdaderos de Carlos Kuri, que tiene momentos emotivos y otros verdaderamente aburridos, sobre todo para los niños a la que va dirigida, por su naturaleza debe recurrir a los lugares comunes y estereotipos, propone que el héroe puede ser cualquiera pero esos cualquiera tuvieron que realizar un acto que tornó diferentes sus vidas, incluso rescata al Pípila y al Niño Artillero excluidos ahora de los libros de texto, pero llama poderosamente la atención que el villano sea el mestizo es decir, el propiamente mexicano, que por cierto corresponde a la descripción de la idiosincrasia mexicana "resentida con su pasado y molesta con su presente" ¿denuncia o o coincidencia? el mensaje del final parece acertado: el héroe ante la duda siempre hace lo correcto, justo la tesis contraria de Serrano. Sobre la serie de Televisa Gritos de Muerte y Libertad, como es de costumbre reune un muy buen reparto y la producción es de calidad pero no deja de ser una soap opera que ciertamente no busca generar ninguna reflexión particular sino más bien mantener al espectador delante del televisor.
Igual que en 1910 las imágenes y sus mensajes están ahí, ya cada quien hará sus conclusiones.
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