La homogeneización que produce el capitalismo feroz y desbordante, cuya misión es despersonalizar, nos ha disgregado, nos ha desunido con la firme intención de aislarnos. La etnología como ciencia de la diversidad cultural ha intentado dar algunos elementos para detener esta caída en picada, una postura etnológica permitiría encontrar claves de lectura para una vida colectiva distinta.
Muchas comunidades hoy en día resisten los procesos globalizadores y extractivos con valentía y fortaleza, sus saberes ancestrales están en peligro y con ello la posibilidad de poder sobrevivir a la sobre explotación que depreda a la tierra y sus especies.
El derecho como saber humano, que en un correcto ejercicio puede llevar a generar reglas y principios de convivencia y plantear medios de solución de controversias, subsiste en formas inimaginables en estas comunidades, más aún, ha tenido desarrollos particularísimos que lo han llevado a ser eficaz y duradero, sin necesidad de reformas, grandes edificios o costosos presupuestos, es más, sin facultades que lo enseñen.
El etnoderecho defendería en su caso en primer lugar la diversidad de culturas jurídicas, la pluralidad en las maneras de entender el derecho; pero de manera inmediata, en un segundo término, el etnoderecho estudiaría estas formas y encontraría los mecanismos para incorporar figuras etnojurídicas que hayan sido de utilidad de una o algunas determinadas comunidades; supone un ejercicio comparativo singular, en el cual el observador debería tener apertura de criterio, pero sobre todo de espíritu. Supondría superar las viejas taras de la ciencia jurídica tradicional y migrar hacia un derecho más vivo.
La etnojusticia estaría al lado para apoyar con sus diferentes prácticas compositivas, pero además como una cosmovisión que implicaría involucrarse en los elementos fundacionales de la propia comunidad, bajo un ejercicio de memoria colectiva que genera identidad, fortalece los lazos comunitarios y promueve las buenas acciones en favor de los demás.
Parece la única vía transitable para terminar con sistemas de justicia clientelares como los nuestros donde sólo obtienen buenos resultados los que tienen poder económico o político.
También parece la única vía posible para sanar a nuestras sociedades enfermas, llenas de podredumbre como la pobreza, la corrupción, el despojo, la violencia, el hambre.
Texto en formación y que será parte del libro: Teoría
(in)frarreal de la (in)justicia
José
Ramón Narváez Hernández
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