martes, 16 de octubre de 2012

Lo humano en el derecho



Por José Ramón Narváez H.
 
 
Podría parecer una obviedad el decir que el derecho tiene que ver con lo humano, pero curiosamente no lo es, tan no lo es que insistimos en crear mecanismos denominados humanos para enfatizar que el derecho debería ocuparse del tema, y es que en realidad por mucho tiempo el derecho se ha ocupado de muchas cosas menos de los humano. Los ejemplos podrían multiplicarse, desde el derecho civil que trata de patrimonios, hasta el derecho constitucional que trata de normas de altísima jerarquía.
Claro que se podría argumentar que en el núcleo del derecho siempre hay una preocupación por lo humano pero lo cierto es que en la práctica se habla más bien de un sujeto abstracto más que de un sujeto empírico, utilizando la clásica expresión de Foucault, es decir, no se habla de sujetos de carne y hueso sino de comprador, padre de familia, ciudadano, etc.
Y tan no conocemos lo humano que al derecho le han repugnado temas antropológicos, psicológicos y sociológicos, constituyéndose estos saberes como periféricos o de apoyo para otros que considera más preponderantes como el derecho legislativo o el procesal. Se trata de una postura formalista que poco tiene que ver con el humanismo que si es tangible en otras áreas del conocimiento humano.
¿Qué es entonces lo humano? Es en principio el tema más complejo, quizá el más antiguo y debiera ser el más recurrente. Lo humano es todo aquello que se dice o corresponde al ser humano, y eso es, como podrá entenderse algo muy difícil de determinar y sin embargo, es una cuestión que no puede desestimarse y ciertamente es una labor que la ciencia jurídica no ha realizado. Pongamos un ejemplo para demostrar lo que estamos diciendo:
La garantía de audiencia es una de las instituciones con más prosapia y arraigo en Occidente, esto supone que toda persona debe ser presentada a un juez después de ser acusada, el tiempo varía de sistema en sistema y de tiempo en tiempo, pero la idea es que sea un periodo breve ¿cuál son las razones de esta “regla”? podríamos esgrimir que se trata de la prescripción de “principios” tales como el estricto derecho o de “valores” como la seguridad jurídica; pero todas estas sería respuestas parciales y formales porque en el fondo lo que debería responderse porque eso es lo que corresponde a un ser humano, pero esta respuesta nos lleva a otras preguntas como por ejemplo ¿porqué 72 horas? Y la única respuesta posible aquí sería “porque lo dice la ley” aunque en realidad es una respuesta arbitraria en términos humanos ¿Qué acaso es más humano o un periodo de 72 horas que uno de 70 o 140? Tal vez la respuesta más humana es que el término debiera depender de cada persona y de la afectación (reversible o no) que pudiera sufrir con un plazo mayor, pero el derecho (o mejor aun la ley) no puede hacer distinciones, debe ser general y abstracta y lo humano sigue siendo relegado, quizá en el ámbito judicial pueda existir un poco de mayor flexibilidad frente a casos específicos donde se deba hacer excepciones a las reglas, finalmente la ley y el derecho debieran estar en beneficio del ser humano, y no nos referimos a las pretensiones de uno u otro ser humano en particular, sino de cualquier ser humano, la cuestión es que esto supone un acuerdo sobre qué es lo más conveniente para un ser humano estándar y así se construyen más o menos las reglas, pero cualquier variante por razones de equidad debe ser ajustada en la práctica.
 
Supuestamente ahora del artículo 1º de la CPEM se deriva que las “normas de derechos humanos se interpretarán…favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia” norma que es vinculante a cualquier autoridad (incluidos los jueces) a esto que se le conoce como principio pro persona supone que cualquier acto de autoridad debiera ponderar que norma es más favorable o en otros términos, cuál supone más humanidad.
Y lo humano tiene que ver con lo social, con la cultura, con las artes, con la biología, con la política, casi con todo; y la ciencia jurídica sigue empantanada dando respuestas formales en tanto que busca fórmulas que resuelvan los problemas jurídicos que son problemas entre seres humanos.
Claro está que esto supone grandes retos y sobre todo una cultura distinta cualquier problema de índole jurídica debiera ser resuelto respondiendo en el sentido esto es más humano que esto otro.
Ya de por sí el derecho suele ser algo inhumano en tanto que limita muchas de las dimensiones del ser humano, su vida y su libertad en principio, y los operadores del derecho se afanan aun más por volverlo inhumano hablando de reglas, procesos y números de expedientes ¿cómo entonces devolverle esa dimensión humana? Porque humana es también la búsqueda de la felicidad, el amor, la nostalgia, el buen trato a los demás.
Lyotard haciendo referencia al relato de Kafka llamado “La Colonia penal” refería a la característica que tiene el derecho para marcarnos, en el cuento los condenados por el derechos, o sea, cualquiera, es atado a una máquina que le realiza un tatuaje en la piel de acuerdo al delito que ha cometido, para el filósofo se trata de una metáfora, el derecho nos marca de por vida, nos deja un tatuaje que morirá con nosotros ¿cómo entonces cambiar esta imagen negativa de un derecho que somete, que marca y que limita?, ¿cómo hacerlos acorde a una cultura que habla de libertades y derechos, de beneficiar al máximo a la personas? Parece una esquizofrenia, por un lado el discurso inclusivo y extensivo y por otro, conductas limitadoras y desconfiadas del otro.

 
Incluso a este punto una pregunta compleja: ¿es más humano desconfiar o confiar de los demás? La respuesta lleva implícita una postura y una actitud que podríamos denominar ética, lo cierto es que esta respuesta si se quiere asumir con responsabilidad lleva a reflexionar seriamente sobre la vida, en fin, a hacer filosofía; entonces lo humanos tiene también que ver con la filosofía y en especial con la ética, se trata no sólo de resolver la cuestión de qué es más humano sino también de cómo nos comportamos los humanos frente a otros y aquí parece ya rebasado el viejo prejuicio de que una cosa era derecho y otra la ética porque ahora al ocuparse el derecho de lo humano, debe ocuparse también y sobre todo de la ética; la pregunta y la respuesta sobre lo humano de hecho cae en el campo de la prudencia, porque depende de las circunstancias específicas la postura que ha de asumirse como ser humano, justo para seguir existiendo como tal,  porque hay muchos humanos con conductas inhumanas, paradójicamente así que lo humano no es sólo lo que los humanos hacen sino lo que nos hace mejores seres humanos, ciertamente no es fácil asegurar de qué cosa es lo mejor en cada caso, pero seguramente no es una pregunta a la que podamos renunciar si queremos seguir siendo seres humanos.
 
 
El cine nuevamente nos sitúa en una serie de perspectivas sobre lo humano, sobre todo aquellas películas de robots en las que dialécticamente se plantea que significa ser humanos, los robots buscan afanosamente convertirse en humanos, así en filmes como Yo robot, Hombre Bicentenario, Astroboy, por citar algunas, los humanos están alienados por la tecnología y los robots en cambio, descubren que la solidaridad, el sacrificio y la esperanza son cuestiones por las que vale la pena vivir.
El cine y la literatura pueden darnos muchos elementos para descubrir esos sutiles contornos sobre la humanidad, pero podríamos decir que la realidad social misma es un laboratorio listo y dispuesto a darnos grandes enseñanzas, la cuestión es ahora aprender a leer esos contextos a los que no estamos acostumbrados a pesar de vivir en ellos.   
 
 


martes, 28 de agosto de 2012

El Derecho en Corto

Fruto de los trabajos finales en la materia de Historia de la Filosofía del Derecho, presentamos este Cortometraje en el aniversario de la reforma constitucional sobre Derechos Humanos realizada en México en junio de 2011. El corto es de Arturo J. Martínez de la maestría en Derecho de la UNAM y nos muestra una visión personal de la reforma, las reformas necesitan de los intérpretes sola no logran ningún cambio. Esperamos que les guste.
 
CORTO: "Pos' el primero"
 
 

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA FIACA: ¿VIVIMOS PARA TRABAJAR O AL REVÉS?

Por Amílcar Adolfo Mendoza Luna (*)



Hace algunas semanas fue tomada con bastante humor la propuesta del multimillonario mexicano Carlos Slim de reducir la jornada laboral a sólo cuatro horas diarias. Tal vez en circunstancias normales (es decir, sin crisis económica angustiante en Europa y Norteamérica) no habría sido mal vista esa posibilidad.
Seguramente propuestas así no faltaban en tiempos más felices en que el Estado de Bienestar europeo se mostraba como el ejemplo a imitar, cuando Japón procuraba no excederse en la producción de mercancías (y sus sindicatos aumentaban sádicamente su producción cuando hacían huelga) o cuando Estados Unidos se sentía como el Estado del destino excepcional (american way). En esos tiempos, los derechos fundamentales de segunda generación como el de trabajar ocho horas, las vacaciones remuneradas o la estabilidad laboral, no provocaban una sonrisa cínica sino profundos discursos, exaltadas proclamas sindicales y sesudos argumentos en la doctrina laboral y constitucional. Probablemente eran buenos tiempos y tientan a repetir la manida frase sobre lo mejor que es el pasado.
Parece  mentira que el ideal del trabajo de ocho horas en algunos países con economía de bienestar boyante no sólo era una real posibilidad sino que incluso parecía ser una meta cuya reducción parecía conveniente. Pero eran otras épocas, como ya se dijo. Tal vez las mismas épocas en que fue escrita “La Fiaca” (1967), célebre obra del argentino Ricardo Talesnik que ha sido recientemente estrenada en el limeño Teatro Larco bajo la dirección del actor peruano Giovanni Ciccia.
Han pasado varias décadas desde que en setiembre de 1967 esta obra fue estrenada en el teatro San Telmo en Buenos Aires, Argentina. Hasta la fecha ha sido traducida y/o representada en España, Italia, Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Grecia y varios otros países que no enumeramos para no cansarnos ni cansar a los lectores.
Porque de eso se trata. De no cansarse. Tener la fiaca significa en lunfardo argentino que se tiene flojera. Néstor Vignale (interpretado por el convincente y carismático Oscar López Arias) ha decidido que no va a ir al trabajo el día lunes, ese día temible en que los papeles se acumulan como la resaca de todo lo vivido. La única razón es que tiene fiaca, y cuando uno tiene fiaca debe respetar ese hecho y no trabajar. Y no importa que haya trabajado sin falta alguna durante más de diez años en la empresa de la cual espera un aumento, aunque eso signifique un terno de lujo menos en el guardarropa del gerente, o menos publicidad, o menos presupuesto para las cenas de los ejecutivos que serán contabilizadas como gastos de representación.
Tampoco importa que su preocupada esposa, Marta (interpretada por la bella actriz Karina Jordán), se asombre, le reproche por su infantil actitud y amenace con llamar a su trabajo para comunicar que no irá. ¡Qué cosa más inaudita! Exasperado, Nestor Vignale no duda en gritar a su mujer que hacer esa llamada es peor que asistir normalmente al trabajo. Filosóficamente le increpa que la fiaca involucra una decisión personal trascendente, la de la rebeldía, la de detener el tiempo un momento y disfrutar un lunes en casa, abrigadito y sin hacer nada excepcional, a menos que sea hacer el amor un lunes en la mañana (acto programado para ser realizado apuradamente las noches de ciertos días de la semana).
Lo que a Marta pudo parecer muy simpático (y fuera de los horarios de la rutina conyugal) empieza a tener un cariz ominoso cuando su esposo manifiesta que su fiaca llegó para quedarse un buen tiempo e incluso, adopta actitudes infantiles, como solicitar el desayuno en la cama o que le compren cosas del supermercado. Lamentablemente pedir refuerzos no ayuda, y ni siquiera la intervención de la sobreprotectora suegra (interpretada por la siempre efectiva Graciela Paola) logra cambiar un ápice la decisión de Néstor. Peor aún, cuando el circunspecto y disciplinado colega Peralta (caracterizado por Lucho Cáceres) lo visita rogándole que vuelva al trabajo para ocuparse de los trámites pendientes, el buen Néstor, pasado de revoluciones, no tardará mucho en envolver a su compañero de trabajo en sus juegos de vaqueros, gangsters y toda la gama de personajes que los niños solían interpretar cuando la imaginación los asaltaba. Tal vez aquí se dan los momentos más divertidos de la obra, en que la pura actividad lúdica se apodera del escenario, mientras los personajes en él (de caracteres totalmente opuestos) cantan y bailan. El primer acto, que dura una hora, acaba jocosamente y el tiempo deliciosamente esfumado ni se nota.
El segundo acto, de menor duración, nos presenta a Néstor acostumbrado a su fiaca. Juega pelota con los niños en el parque y contempla a las palomas por largos momentos, lo que perturba a su esposa que no sabe cómo llamar a su marido al orden, y más aún, cuando el Psicólogo Jáuregui (interpretado también por Lucho Cáceres) de la empresa viene a observar personalmente el fenómeno a fin de tomar una decisión, la cual seguramente no será beneficiosa para la estabilidad económica de la pareja. Eso no parece incomodar a Néstor, quien tiene ahorritos para superar el mal paso y reinsertarse en el mercado laboral una vez que la fiaca se vaya. El psicólogo es ridiculizado por Néstor y eso amenaza traer cola (en la fila de desocupados, se entiende). Presa de la ira, Marta ya no tolera mantener a su holgazán marido y prepara sus maletas.
Y que la fiaca cocine entonces.
A partir de este momento Néstor, que pasaba feliz su fiaca apoyado por el esfuerzo de su esposa, empieza a sufrir los estragos de su decisión. No tiene ni para hacerse un sándwich. Ni dinero ni decisión de ir a comprar lo necesario. Por un extraño giro de la fortuna, su caso ha trascendido a los diarios y empieza a ser visto como un peligroso ícono de la rebeldía contra los abusos de las patronales. Su colega Peralta lo visita para proponerle que sea el representante de las demandas de los trabajadores, su madre hace las paces con él cuando ve la celebridad que alcanzó en los diarios y lo mismo ocurre con Marta, quien regresa al hogar con la expectativa creada. Estas se ven magnificadas cuando el Gerente General de la empresa, Balbiani, se presenta para ver a su díscolo y mediático empleado.
Pero Néstor no escucha a nadie. Está demasiado preocupado por llevar algo a la boca. Es sordo a las proclamas libertarias de Peralta, a los mimos de su madre o a las esperanzas de ascenso social de Marta. Su estómago vacío llena sus oídos con sus crujidos.
Balbiani, Gerente acostumbrado a las difíciles negociaciones y exigentes dirigentes sindicales, no tarda mucho en examinar a su empleado. De manera cortés ofrece la mitad de un sándwich a Néstor. Pero le dice de manera firme que el resto lo puede encontrar en su trabajo.
De manera patética, Néstor convertido en un guiñapo de manera vacilante se levanta y vuelve a ponerse su corbata y terno a la vez que se dirige a la puerta. La oveja ha vuelto al redil.
A primera vista, el argumento podría parecer pueril y sólo destinado al divertimento inocuo por haber envejecido mucho en la época cínica del Internet y celulares de distintos modelos o funciones que mantienen comunicados a los usuarios pero desvinculados a las personas. No obstante, la clave de la obra es la misma que padecemos hoy. El mundo gira fuera de control. En países hiperdesarrollados como Japón la gente trabaja más allá de las ocho horas, duermen en hoteles que ofrecen estancias que parecen conejeras y los Neko-Café son la sensación porque permiten a los individuos solitarios tener un poco de calor y ternura de lindos gatitos por sólo diez dólares la hora. En Perú la flexibilización laboral impuesta por el gobierno de Alberto Fujimori ha convertido al derecho fundamental de las ocho horas en constitucional papel mojado y ha evaporado a la estabilidad laboral. Otro tanto puede decirse de otros países.
Si en la obra el argumento parece envejecido, cobra inusitados sentidos en nuestra sociedad tecnológica que cada vez parece más decidida a prescindir del individuo o a masificarlo, en el peor de los casos. Paralelamente, en el mundo del derecho hay que aceptar que el derecho laboral parece haber envejecido mucho. Si goza de algún interés entre los jóvenes estudiantes y buena parte de los doctrinarios, se debe a las necesidades de las corporaciones y las oficinas de gestión de recursos humanos. No es necesario ser muy clarividente para descubrir la crisis del derecho laboral y de los derechos fundamentales de segunda generación en general, esos derechos conquistados de manera épica a inicios del siglo XX y que por ejemplo, alentaron constituciones como la Mexicana, hija de la famosa Revolución.
Ideales de generosidad, o simplemente de justicia, parecen arcaicos y pasados de moda (por decirlo de una manera actual). Tal como en la obra. Me explico: Néstor Vignale aparentemente parece ser una persona que se rebela ante un mundo que no tiene frenos y que cada vez exige más del alma de las personas. Cualquiera puede ver con simpatía que se quiera recobrar retazos inofensivos de la infancia o darse un tiempo libre para reencontrarse o reencontrar a la naturaleza.
Todo bien si pasamos por alto un pequeño detalle. Para que Néstor pueda disfrutar de su bucólica paz, alguien debía trabajar por él. De manera infantil y egoísta ese peso vino a recaer en Marta, su esposa. Una vez que Marta lo abandona, no pasará mucho para que Néstor Vignale prefiera un sándwich a continuar con su fiaca. Europa y Estados Unidos han vivido una gran bonanza a costa de vivir sobre sus medios. Y ahora pagan las facturas. Como ellos dicen “There´s no free lunch”. El egoísmo los hizo gozar de una gran bonanza, pero las malas políticas económicas y la corrupción empresarial han provocado la desaparición en los hechos de múltiples derechos fundamentales de segunda generación en base al conocido principio de que las clases medias y populares deben ajustarse el cinturón.  ¿Han sido los derechos fundamentales de segunda generación, esos derechos sociales, una dulce ilusión?
Es probable que la visión de esta obra de teatro inspire en muchos colegas abogados esta pregunta. La respuesta no debe dejarse únicamente en manos de los historiadores. Es necesario que hagamos balances y descubramos cómo dar nueva vida a los derechos fundamentales de índole social si es que no estamos dispuestos a desperdiciar las grandes conquistas del siglo XX. No es momento para que los abogados y juristas tengan fiaca.
FICHA TÉCNICA: LA FIACA
Autor: Ricardo Talesnik (www.ricardotalesnik.com.ar)
Lugar: Teatro Larco de Miraflores (Lima-Perú)
Temporada: Junio a Setiembre 2012
Dirección: Giovanni Ciccia
Producción: Asociación Cultural Plan 9 (www.teatroplan9.com)
Néstor Vignale: Oscar López Arias
Marta: Karina Jordán
Madre: Grapa Paola
Peralta/Jáuregui: Lucho Cáceres
Balbiani: Pedro Olórtegui.
 

* Abogado egresado de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Magister por la mencionada Universidad (2002) y Master por la Universidad Tor Vergata de Roma-Italia (2006).

martes, 6 de marzo de 2012

El orden Constitucional y la Banda del Automovil Gris



La película silente El automóvil gris tiene en la historia del cine mexicano un espacio estelar, a ello suman la historia del director, la historia que dio origen a la trama, la historia de algunos de los actores, e incluso la historia de la filmación.

Nos parece que en este caso la historia del cine puede ilustrar las concepciones jurídico-políticas que se dieron en la época y que se reflejaron en la pantalla grande.

Comencemos con el director. Enrique Rosas Aragón de origen poblano. Se trata de una persona involucrada de lleno en el floreciente cine nacional, como muchos de nuestros primeros directores a él le tocó acompañar a algunos generales de la revolución con la idea de documentar sus actividades, Rosas acompañó a Carranza, Obregón y finalmente siguió a Pablo González quien fue enviado por Carranza a la capital mexicana, como gobernador, para pacificar a la convulsionada Ciudad de México.

La filmografía de Rosas es amplia a pesar de morir muy joven. Gran parte de su trabajo podría calificarse como periodismo cinematográfico sobre todo en Orizaba, Veracruz, pero se tiene registro de su presencia en Guanajuato, Coahuila, Sonora, Hidalgo, el Estado de México y obviamente en la Ciudad de México; pero realmente ha pasado a la historia por El automóvil gris (1919), la cual se comenzó a filmar en 1917 junto con otras tantas producciones de la Azteca Films creada en ese año por Rosas en sociedad con Mimí Derba, la diva de entonces del teatro de revista y supuesta amante de Pablo González también socio de la productora cinematográfica. González Casanova cita que el periódico El Universal de 27 de noviembre de 1916 daba a conocer la creación de la Azteca Films, la cual:

…llevaría como director técnico a un pionero de nuestro cine, Enrique Rosas, y como socio capitalista al general Pablo González, hombre de confianza del Presidente Carranza. Detrás de su creación se encontraba el interés del gobierno por desarrollar un cine nacional de ficción que anteponer a las producciones del vecino país del norte; oscuros intereses capitalistas estaban propiciando en Estados Unidos la filmación de películas destinadas a difamar a México y a su Revolución. El gobierno sintió la necesidad de hacer algo más que prohibir la exhibición de esas cintas, ¿y qué mejor que propiciar la producción de películas nacionales?

Este es uno de los caballitos de batalla de la crítica de la época y en parte de la historiografía cinematográfica de nuestro país que justifica(ba) el intervencionismo estatal en el cine en esta época justo como una hábil maniobra carrancista para contrarrestar la leyenda negra que estaba creando el cine norteamericano.

De ese modo se marcaba el derrotero que debía seguir el cine nacional, casi un deber patriótico, en palabras de la propia Mimí Derba la Azteca Films sería “…una empresa cinematográfica que desarrolle asuntos de interés nacional, inspirados en temas históricos, que muestren las verdaderas costumbres mexicanas.”


Mimi Derba

Entre Rosas y Derba produjeron y codirigieron una serie de películas entre 1917 y 1919 fruto de la fundación de la Azteca Films (Sociedad Cinematográfica Mexicana, Rosas, Derba y Cía.) para algunos historiadores del cine mexicano, esta fue formalmente la primera empresa productora mexicana de cine y Derba la primera mujer productora en México, no sólo eso sino que en las seis películas elaboradas en 1917, colaboró con los guiones y la actuación, salvo en La tigresa en la que sólo dirigió, convirtiéndose así también a decir de los citados historiadores, en la primera directora mexicana. Las otras cuatro películas fueron: Alma de sacrificio, En defensa propia, En la sombra, Entre la vida y la muerte y La soñadora; todas estas películas se referían a contextos novelísticos pretéritos con pocos elementos que pudieran remitirnos al contexto mexicano de la época, eran simplemente evasión o en el mejor de los casos “…querían a la vez mostrar a México como un país ‘culto y civilizado’ para responder así a las campañas difamatorias desatadas por Estados Unidos”. No así la película El automóvil gris, que debía tratar sobre la famosa banda de asaltantes que a partir de 1915 comenzó a asolar la capital del país.

La Banda del Automóvil gris se integró por mexicanos y algunos extranjeros que habían escapado de la Cárcel de Belem durante la época convencionalista, comandados por el asturiano Higinio Granda quien ya había escapado de la misma cárcel, según la leyenda vestido de mujer, lo siguieron otros de sus viejos cómplices: Santiago Risco y Rafael Mercadante, estos junto con Granda lograron hacerse contratar como agentes de la reservada de la Inspección General de Policía. Otros secuaces fueron Ángel García Chao quien mediaba entre la banda y Juan Mérigo, otro general pero este obregonista que residía en la Ciudad de México y amante de María Conesa. Otros dos prófugos, José Fernández y León Cedillo, se alistaron en el Primer regimiento de artillería. Otros fueron Fernández Teixeiro, José A. García, Luis Hernández, Enrique Rubio Navarrete, hermano de un general huertista, Bernardo Hernández Quintero, Ángel Flores, Francisco Oviedo, Luis Lara, Carmen Aréchiga, Isabel León y Ángeles Sánchez amante de Granda, entre otros.

Lo peculiar de esta banda es que cometían sus fechorías endosados en los típicos trajes de los miembros del ejército constitucionalista auxiliándose de un automóvil de color gris, el modus operandi era muy parecido al que seguía la policía al realizar sus cateos, esto obviamente daba ventajas a los delincuentes que estaban aprovechando la situación financiera de muchos capitalinos que desconfiando de los bancos y los bilimbiques cambiaron todo por oro o joyas que conservaban en sus casas.

La efectividad e impunidad con la que operaba esta banda, hizo suponer a la opinión pública, que tal vez estarían coludidos con algunas autoridades, incluso los rumores llegaron a asociar al mismo general Pablo González en los atracos, he aquí donde la historia cinematográfica se torna interesante, porque fue el mismo González quien se mostró interesado por la elaboración de una película sobre los hechos, una película en la que él y la policía bajo su mando salían bien librados, además al considerársele tan cercano a Rosas y Derba, la cuestión parecía del todo verosímil.



Un hecho más para aderezar la historia, la película se presentó con la advertencia de que las escenas del fusilamiento eran reales y como escenografía se utilizaron los mismos lugares donde operó la banda, Rosas con su espíritu periodístico se había encargado de filmar algunas escenas previamente, así que en la elaboración de la película se utilizó material que Rosas obtuvo en sus andanzas con el propio González quien además posteriormente le pidió que esas escenas formaran parte de la publicidad para su campaña para Presidente, antes de la filmación del Automóvil gris.




Aún más, en 1944 Las Abandonadas de Emilio Fernández (El Indio), volvieron sobre el tema, pero ahora uno de los protagonistas fue un general, o más bien un delincuente que se hizo pasar por general (Pedro Armendáriz) quien se enamora de una prostituta (Dolores del Río) a quien lleva a vivir a su gran mansión y le regala un collar fruto de los robos de la banda del automóvil gris, al ser vista la amante con el collar ella descubre que el general estaba implicado en todo y es detenida y procesada por el robo. Se trata a grandes luces de referencias al general Pablo González, quien al entrar junto con Carranza a la Ciudad de México “carranceó” la casa que fuera de Ignacio de la Torre Mier16, el mismo automóvil gris pudo ser objeto de carranceo.


Y es que para entonces el crimen más perseguido fue la traición y los demás pasaron a segundo plano, bajo el lema de “moralizar” a la policía y “limpiar” la capital, González se encargó de eliminar a sus enemigos y cazar a los supuestos “esbirros huertistas” o también llamados “emisarios del pasado”.

La banda del automóvil gris funcionaba entonces, no sólo para procurar enriquecimiento ilícito a sus miembros, sino también como un poderoso objeto político para generar temor en la sociedad, incriminar y permitir ciertas liberalidades a las autoridades, una política que no era exclusiva de González, recordemos que Carranza tuvo facultades extraordinarias que incluso lo llevaron a disolver a los otros dos Poderes del Estado.

González por otro lado pretendía llegar a ser Presidente de la República, pero no contaba con los anhelos de sus compañeros de batalla, de hecho inició el periodo que precede a toda revolución dónde sus hijos comienzan a devorarse unos con otros. El mismo proceso a la banda del automóvil gris sirvió a los pablistas para perseguir a los obregonistas, aunque al final se desquitaron asesinando a los dos miembros de la banda que sobrevivieron en la cárcel el fusilamiento. Entre González y Mérigo se acusaban mutuamente de ser los patrocinadores de la banda, en el imaginario (y muy seguramente en la realidad) siempre fue González el padrino de la misma.

En la película de Rosas vemos a Pablo González indignado dando órdenes a la policía para que tome cartas en el asunto. Se desplegó un gran contingente para cumplir las órdenes de González que había recibido un ultimátum de Carranza. Fue detenido León Cedillo quien denunció a los demás, Granda huyó y jamás se le volvió a ver. Precipitadamente, 10 de los implicados fueron condenados a la pena de muerte por 2 robos de los 8 que se les imputaban. Poco antes del fusilamiento, Pablo González conmutó la pena a Bernardo Quintero, Luis Lara, Francisco Oviedo, Rafael Mercadante y José Fernández.



Enrique Rosas

El qué algunos de los integrantes de la banda siguieran prófugos y que algunas autoridades también estuvieran implicados, dieron a González y Juan Manuel Cabrera (jefe de la policía y actor de la película de Rosas) más argumentos para continuar con una política de cacería, a Cabrera se le achacaron diversos saqueos en supuestos cateos, eso sí regulares; González en cambio fue a Chinameca a asesinar a Zapata, y se le consideraba un hombre cruel al servicio de Carranza.

¿Y la Constitución? Ciertamente como un emblema, más político que jurídico, traducido en imágenes e imaginarios que para el grueso de la población debió generar inmensas paradojas. Sólo en el cine hemos dicho, la Constitución se presentaba como término de un periodo bélico y el inicio de un nuevo orden, en el mismo cine, como en el automóvil gris se presentaba ese orden como oportunista, maquiavélico, de doble moral y en fin caótico, la Ciudad de México se mira a través de la lente de Rosas como destruida, abandonada y dejada a su destino, un mensaje muy devastador para quien buscaba esperanza el que el asiento de los poderes federales se encontrar en estado tan deplorable.

Por eso El automóvil gris, es una película de difícil análisis porque para algunos es un cine de crítica social o incluso de humor negro, para otros en cambio es cine oficialista, pero creemos que esta misma paradoja puede ser aplicada al cine en general

El cine se ha dejado llevar casi siempre por las corrientes nacionalistas que se han desencadenado en las sociedades democráticas a raíz del estallido de conflictos militares. A menudo ha intentado ir de la mano del poder político hegemónico, y se ha alineado con las tendencias más conservadoras de las masas. No obstante, pocas veces las historias que se han contado en el cine se han atrevido a negar o a criticar los fundamentos de la cultura democrática o sus legitimaciones ideológicas.

Pero también la metáfora alcanza a la Constitución como producto moderno “Es necesario, asimismo, ubicar el nacimiento del cine en el contexto de la ‘comunicación de masas’ que comienza a cobrar forma en los albores del siglo XX. Una vez más, sin embargo, las masas no son productoras sino consumidoras, y la ambigüedad del término no es fortuita.” La Constitución no es del pueblo, es para el pueblo, el productor no es la sociedad, aunque así lo parezca, sino un grupo en el poder que sin embargo, tiene la colosal tarea de generar el imaginario (como en el cine) de la participación colectiva, cuando un obrero se miraba en una filmación se sentía vinculado e incluido aunque el cine siempre lo ha hecho una élite que por lo menos debe contar con los elementos técnicos para filmar, producir y difundir.

Gustavo García y David Maciel nos dicen lo siguiente:

El triunfo del constitucionalismo fue el de las capas medias –artesanos, comerciantes, profesionistas, maestros, etcétera- y el de la incipiente burguesía nacional. En consecuencia, la constitución promulgada en 1917 propuso un proyecto de desarrollo capitalista dirigido por el Estado. En ese año -1917- ya era inminente la derrota de los ejércitos campesinos de Francisco Villa y de Emiliano Zapata, pero el proyecto constitucional asimila algunas reivindicaciones rurales, además de las obreras. Por lo tanto, el optimismo de la pequeña burguesía y de otros sectores urbanos se refleja en los múltiples esfuerzos que se inician desde 1917 para fundar una industria cinematográfica.

Por lo que podemos decir que en cierta medida el constitucionalismo contemporáneo mexicano y el cine nacieron de la mano y se influyeron mutuamente, claro está si entendemos el constitucionalismo como algo más amplio a simplemente el hecho de redactar un texto constitucional, pero este trabajo está un por hacerse. Por lo que toca a la época en estudio los mismos García y Maciel nos dicen:

En esta etapa no se concibe al cine como un medio capaz de analizar la realidad social, sino más bien como un espectáculo que con un poco de suerte pueda dar beneficios económicos. Ahora bien, con todo, se le reconocía al cine un potencial educativo y moralizante en orden a reflejar una adhesión básica a los valores establecidos. En efecto, los realizadores de la época no se creen obligados a apoyar el nuevo orden de las cosas, pero, en el fondo, se sienten agradecidos al constitucionalismo de que finalmente haya exorcizado al demonio de la insurrección campesina. Así se explican las veladas referencias a las milicias zapatistas como “fracciones sediciosas” o bien como “los elementos que asolaron al país y durante varios años cometieron toda clase de atropellos” en algunas películas: Alas abiertas (Luis Lezama, 1919), El caporal (Miguel Contreras Torres, Juan Canals de Homes y Rafael Bermúdez Z., 1921).

Derecho y cine se apoyan mutuamente para poder crear los enemigos que todo Estado necesita.

jueves, 23 de febrero de 2012

Los héroes de la cultura popular y el derecho


Las sociedades necesitan de mitos y de héroes. Tal vez el héroe encarna sea uno de los males liberados por Pandora, la esperanza, digamos que es un mal necesario. En un primer momento los héroes son sobrenaturales, distintos al resto de los seres humanos, aun si son humanos. En ciertos momentos históricos los héroes se acercan más a lo humano y cotidiano, pero seré el mito el que hará que nuevamente destaquen y se alejen.


Se ha dicho tanto que el mito retorna, para otros jamás se ha ido, con los héroes pasa lo mismo, a pesar de la muerte de los grandes relatos, los héroes jamás se han ido, sin embargo hoy se hace necesario un replanteamiento más democrático de la heroicidad.

El héroe se enfrenta siempre a un dilema ético: utilizar su poder para su beneficio personal o ponerlo al servicio de los demás, esta decisión le supondrá un sacrificio que en algunos casos será mayúsculo y en otros pasará desapercibido, pero siempre estará latente para el caso en que el héroe decida abandonar su "misión" o su "destino".

En "El superhombre de masas" Umberto Eco nos muestra como la cultura popular se alimenta de las historias donde algunos seres humanos lográn romper el esquema de normalidad y destacan del resto para marcar un nuevo rumbo a esa sociedad, para enseñarle algo con su sacrificio, para cambiar un paradigma o simplemente para recordarle el porqué de su existencia.

Hoy el cine nos presenta una derrama de (super) héroes enfrentados a sus prejuicios, a sus alteregos, a su egoísmo, a su prepotencia, nosotros esperamos que superen sus complejos para que nos puedan ayudar ¿qué más podemos hacer si no contamos con un super poder? subyace hasta hoy la idea ilustrada intensificada por el romanticismo, de que los héroes son unos cuantos, y el héros no sólo merece vivir sino que incluso puede gozar de privilegios, más aun, el héroe debe estar al margen del derecho para poderlo corregir, el héroe representa la justicia en su forma más pura, a veces confundida con la venganza (por ejemplo el Batman de Chris Nolan) ahora además se da una dualidad curiosa porque lo que determina al héroe no es su misión sino su decisión, el villano puede convertirse en héroe y viceversa si así lo decide (como en el caso de Megamind) héroes y villanos se disputan el control de las sociedades, y todos los demás mortales tenemos que esperar.

Sí pudieramos lograr democratizar la heroicidad tal vez podríamos resolver el dilema ¿pero cómo? ciertamente es un asunto que debe resolverse con un planteamiento cultural y he aquí la necesidad de propuestas, diálogo y voluntad política, no de la voluntad de los políticos sino de aquella de la polis.