lunes, 30 de agosto de 2010

El olvido de la humanidad (Un breve comentario desencantado a propósito de nuestra próspera modernidad)



Más allá de las teorías o perspectivas teóricas se encuentra el ser humano; pero esa es la paradójica tragedia, que el ser humano parece quedar siempre más allá. Fundamento de todas las visiones antropocéntricas quedó perdido entre las definiciones; otros más decidieron hacerlo a un lado explícitamente, por las limitantes cognitivas o por la renuncia a la soberbia que terminó por convertirse en pusilanimidad. Pero el olvido del ser humano que alarma no es sólo el teórico, el olvido que desgarra es el cotidiano. Un olvido que va avanzando, que comenzó por desmembrar las conciencias de lo otro que es propio. Primero el mundo se nos hizo ajeno y sólo así pudimos explicarlo, pero fundamentalmente, dominarlo; luego, nosotros mismos nos enajenamos, al percibir al otro como extraño. Nos olvidamos del otro que mira y ríe, que sufre y se encuentra ahora tan solo, con su ego entronizado, porque así lo ha dispuesto su impenetrable autonomía monádica. Nos olvidamos poco a poco de que lo que nos constituye no es ajeno y de que en la alegría de los que están al lado se encuentra nuestra felicidad. Nos olvidamos del olvido y comenzamos a creerlo memoria. ¿Qué más da el grito ajeno y el llanto del extraño si con ello se puede conseguir el goce placentero del poder, de la comodidad y un sueño de vida artificialmente comprado? No hay nada más que el olvido de las violaciones, de la tortura, de la desnutrición y de los pueblos lejanos. Olvidados, sin rumbo, sólo un rumbo inventado. La raíz del olvido en el disimulo de los descalzos, en la basura que se suelta al aire despreocupado, en la inconsciencia del trato hacia el anciano. El olvido en sus expresiones prístinas de mutilación, física y anímica, en la distancia abismal de los medios de subsistencia que enfrentan cifras “optimistas” de tres mil pesos mensuales frente a setenta y cinco millones de ceros incontables diarios. Los hechos son claros, no hace falta buscarlos, emergen “disfrazados” de los diarios… pero sobre todo, se agolpan en cada paso, así, sin disfraz, alrededor de eso que ya no vemos, porque no queremos, porque nos hemos olvidado. ¿Cómo volver?, ¿cómo recordarnos? Si nos hemos vuelto cosas y las cosas se han vuelto dioses y a los dioses hay que acumularlos a cualquier costa… Qué más da, si el olvido otorga levedad y nos perdemos en la levedad del ser instantáneos, inmediatos. No pasa nada, no significa nada, la muerte de uno o millones, al final todos mueren. Olvidamos el olvido del olvido y en la levedad nos esfumamos hacia la brutalidad inconsciente de la violencia… Ley Arizona, masacre de migrantes, invasiones armadas en oriente y el mundo, muertes “colaterales” en la lucha contra el narco, desnutrición, analfabetismo, Juárez “de” nadie porque ha sido disimulado. Indignante olvido que ha sido olvidado para continuar el ritmo mecánico del vacío de lo humano.

sábado, 14 de agosto de 2010

Precisiones sobre «Globalización, derecho y cultura»

Quisiera, como anhelo personal, adherirme a lo que Susan  Haack llama una postura ingenua sobre la verdad en la ciencia, pero creo que ahora me siento muy contaminada por el germen del relativismo; Susan Haack en su ensayo «Esperando una respuesta: el desordenado proceso de buscar la verdad» ha usado la etiqueta de: “los nuevos cínicos”, lamentable o no, mi tendencia natural-actual me acerca a esta casilla, categoría o etiqueta.

Por lo pronto, creo que el título del comentario “globalización, derecho y cultura”, sin un objetivo claro confunde, o por lo menos, crea una especie de desasosiego latente, una cuestión que evoca la idea de un derecho a no hablar, a la posibilidad de no saber, y es esa sensación la que me ha inspirado para escribir mi reflexión y me mueve para compartir lo que es una opinión personal.

Intentaré explicarme un poco pretendiendo la titánica tarea de lograr por lo menos una idea clara…

Parto de hacer mía las premisas que Susan Haack ataca en el artículo antes compartido, «De la premisa falibilista verdadera de que lo que pasa por verdad, los hechos conocidos, la evidencia fuente y la investigación bien conducida a veces no son tal sino sólo lo que los poderosos han logrado que sea aceptado como tal. La falacia de ‘pasar por’ se mueve hacia la falsa y cínica conclusión de que los conceptos de verdad, hechos y evidencias son fraudes ideológicos.»

Pretenderé, en este escrito, mostrar mi inquietud hacia esos “fraudes ideológicos” para argumentar que, por lo menos en cuestiones sociales, concretamente en lo conocido como “cultura jurídica interna”, hablar de ideologías en las decisiones particulares de los productores de cultura jurídica, resulta más viable que hablar de pronunciamientos de verdades científicas.

Dibujaré mi planteamiento en tres pinceladas, la primera, clarificaré el camino de la discusión, segundo, citaré las tesis cínicas en filosofía de las ciencias expuestas por Susan Haack en el ensayo antes mencionado, y finalmente articularé mi opinión sobre la viabilidad de hablar de ideologías en el ámbito social.

Preparando el camino para la discusión: algunas aclaraciones.

Las afirmaciones de las que parto son esbozadas en un contexto de filosofía de las ciencias concretamente en las discusiones sobre los avances de las ciencias naturales, lo cual nos acerca a la, ya vieja, discusión sobre el método en ciencias naturales y sociales, por tanto, tomo los comentarios de la profesora Haack, y de un ensayo particular, con la única pretensión de fundar mi  opinión en un contexto diverso al de la filosofía de la ciencia.

Bajo este orden y como decía anteriormente, pienso que las premisas sobre las que fincamos nuestro actuar cotidiano (en la esfera social) tienen que ver con ideologías aceptadas más que verdades universales, es lo que me ha inspirado el título de “globalización, derecho y cultura”, ya que, entre otras cosas, permite interpretar que estamos expuestos a una cantidad de información que no sabemos cómo procesar, acercándonos más a una sociedad del caos, que nos invita a ver los avances en las ciencias como la tendencia a fraudes ideológicos, así se lee en las siguientes proposiciones:
  1. “posturas cínicas: los supuestos ideales de investigación honesta, el respeto por la evidencia, el interés por la verdad, son un tipo de ilusión, una cortina de humo que oculta las operaciones del poder, la política y la retórica”
  2. “Richard Rorty: una creencia está justificada si y sólo sí es defendible mediante nuestros estándares epistémicos occidentales”,
  3. “Stephen Stich; una vez que tenemos una idea clara del asunto, la mayoría de nosotros (…) no vemos valor alguno en tener creencias verdaderas”,
  4. “Louis Menand: el pragmatismo es la concepción de que toda la fuerza de una explicación filosófica de cualquier cosa (…) descansa en las advertidas consecuencias de creerla”

Lo que Susan Haack llama el nuevo cinismo en las ciencias, en la cultura jurídica interna, podría servir como un punto de contrapeso, ya que no es posible hablar de verdades en la producción de cultura jurídica, sino sólo de tendencias que favorecen más una ideología que otra.

Hablar de verdades en una ciencia que es normativa, nos acercaría al dogmatismo, en cambio la política cercana al poder y aliada al derecho como vinculada a la producción normativa, permite ver que la función de los operadores jurídicos en gran medida se sujeta a tendencias políticas que favorecen ideologías particulares.

Ser conscientes de que son las ideologías exitosas las que rigen dentro del mundo de lo jurídico, no es una postura satánica frente a los avances de la ciencia, sino, simplemente, buscar una mención más cercana a la “realidad”, menos utópica para trabajar con ella, todos deseamos la honestidad, el bien común, los anhelos de libertad y justicia, valores que son propios a los hombres y no sólo propiedad de blancos occidentalizados.

Sin embargo, la exposición a la ya clásica deshumanización de las clases bajas, esas clases bajas desprotegidas debido al nulo acceso a la educación que muchas veces responde a una alienación programada, donde el individuo rechaza su formación en aras de una libertad mal enfocada, o mejor dicho, en aras de una ideología que ha sido exitosa; -¡Eres libre de hacer lo que quieras!, pero cómo podemos saber qué es lo que realmente queremos hacer, cuando las opciones para la acción, por lo menos en nuestro contexto mexicano, son limitadas o reducidas prácticamente a NADA, o en el peor de los casos, reducidas a aspiraciones protagónicas de alguna telenovela.  Ya lo dice Carlos Fuentes, en México todo es Telenovela.

Por lo menos en cuestión social, la falacia de ‘pasar por’, no resultaría tan falsa y cínica en su conclusión de que lo que nos es presentado como libertad, posibilidad de crear etc.,  es, no digamos un fraude ideológico, sino la imposición de una ideología exitosa.

De esta manera, el tratamiento de las ideologías, por lo menos en la cultura jurídica interna, para el reconocimiento de lo que dicen aquellos que interpretan la ley (jueces, magistrados, ministros) no es más que el reconocimiento del triunfo ideológico, si bien no del todo arbitrario, sí sujeto a una diversidad de elementos dentro del esquema de decisión propio de la cultura jurídica de México.

Esta no es una idea nueva, es una propuesta de Tarello, quien concibe que « en el análisis de la cultura jurídica se produce una búsqueda de las ideologías, en el sentido de que el resultado de la investigación será el de desvelar las asunciones valorativas y los éxitos políticos de las doctrinas, y nunca el de establecer su potencialidad heurística o sus (injustificados) valores de verdad».

Por tanto, mi conclusión es que la postura de los “cínicos” manejada por la profesora Haack en filosofía de las ciencia, puede ser de mayor utilidad si quitamos el fardo negativo a la noción de “ideología” y lo enfocamos de manera crítica y propositiva al ámbito de la cultura jurídica interna para pasar a un análisis próximo de la realidad en la toma de decisiones de los operadores jurídicos en su conjunto, particularmente en el caso del sistema jurídico mexicano.

Esto me regresa al título que ha inspirado este escrito “globalización, derecho y cultura”, la necesidad de clarificar las ideas en un mundo donde la información nos desborda es más que necesario vital, puesto que ya lo escribió Jon Elster en el “Ulises desatado” que, «el disponer de demasiadas alternativas, tiene consecuencias irrevertibles para los jóvenes verdaderamente talentosos que acaban siendo aprendices de todo y maestros de nada».

¡Por una clara cultura cuidemos nuestros pensamientos!

martes, 10 de agosto de 2010

Globalización, derecho y cultura


La globalización es dificil de conceptualizar por ser un fenómeno dinámico, polivalente, transversal; aunque es posible detectar una constante que podría referirse a la economía, con el problema implícito adyacente de determinar también qué es la economía, en fin, que por el otro lado aparece también con fuerza la idea de la globalización como un asunto cultural, millones de personas sometidas a las mismas imágenes e ideas, con el potencial normativo que esto puede tener. 

Y la ciencia jurídica todavía temerosa llega al análisis de la globalización con muchas limitaciones en principio sin poder prescindir de sus viejas categorías en las que supuestamente ha encontrado seguridad y ante una débil respuesta de la ciencia jurídica los fenómenos jurídicos que surgen en el contexto global suelen ser los menos favorables para lograr un orden cualquiera de tipo jurídico. 

Parece que la apuesta en todo caso debiera ser desde la cultura y no como algunos piensan desde cierto tipo de instituciones con poca representatividad social, al final del día deberíamos estar pensando en como recrear una sociedad civil global más que en globalizar el Estado de derecho que tantas limitaciones tiene en principio porque excluyó a la sociedad. Se trata de repolitizar la política (Roberto Esposito), se trata de generar imágenes positivas del mundo que queremos (Win Wenders) y para ello el derecho es sólo uno de los elementos de un entramado que sólo es posible construir desde abajo, desde el sur (Boaventura Santos).

Tal vez el cine, la literatura, un blog puedan contribuir a generar una nueva cultura, una nueva ética global menos desconfiada del otro, menos vengativa, menos explotadora, menos controladora en fin, una sociedad con anhelos de justicia más que de criminalización. 

Visita el blog sobre Globalización, Estado y Derecho.