martes, 6 de marzo de 2012

El orden Constitucional y la Banda del Automovil Gris



La película silente El automóvil gris tiene en la historia del cine mexicano un espacio estelar, a ello suman la historia del director, la historia que dio origen a la trama, la historia de algunos de los actores, e incluso la historia de la filmación.

Nos parece que en este caso la historia del cine puede ilustrar las concepciones jurídico-políticas que se dieron en la época y que se reflejaron en la pantalla grande.

Comencemos con el director. Enrique Rosas Aragón de origen poblano. Se trata de una persona involucrada de lleno en el floreciente cine nacional, como muchos de nuestros primeros directores a él le tocó acompañar a algunos generales de la revolución con la idea de documentar sus actividades, Rosas acompañó a Carranza, Obregón y finalmente siguió a Pablo González quien fue enviado por Carranza a la capital mexicana, como gobernador, para pacificar a la convulsionada Ciudad de México.

La filmografía de Rosas es amplia a pesar de morir muy joven. Gran parte de su trabajo podría calificarse como periodismo cinematográfico sobre todo en Orizaba, Veracruz, pero se tiene registro de su presencia en Guanajuato, Coahuila, Sonora, Hidalgo, el Estado de México y obviamente en la Ciudad de México; pero realmente ha pasado a la historia por El automóvil gris (1919), la cual se comenzó a filmar en 1917 junto con otras tantas producciones de la Azteca Films creada en ese año por Rosas en sociedad con Mimí Derba, la diva de entonces del teatro de revista y supuesta amante de Pablo González también socio de la productora cinematográfica. González Casanova cita que el periódico El Universal de 27 de noviembre de 1916 daba a conocer la creación de la Azteca Films, la cual:

…llevaría como director técnico a un pionero de nuestro cine, Enrique Rosas, y como socio capitalista al general Pablo González, hombre de confianza del Presidente Carranza. Detrás de su creación se encontraba el interés del gobierno por desarrollar un cine nacional de ficción que anteponer a las producciones del vecino país del norte; oscuros intereses capitalistas estaban propiciando en Estados Unidos la filmación de películas destinadas a difamar a México y a su Revolución. El gobierno sintió la necesidad de hacer algo más que prohibir la exhibición de esas cintas, ¿y qué mejor que propiciar la producción de películas nacionales?

Este es uno de los caballitos de batalla de la crítica de la época y en parte de la historiografía cinematográfica de nuestro país que justifica(ba) el intervencionismo estatal en el cine en esta época justo como una hábil maniobra carrancista para contrarrestar la leyenda negra que estaba creando el cine norteamericano.

De ese modo se marcaba el derrotero que debía seguir el cine nacional, casi un deber patriótico, en palabras de la propia Mimí Derba la Azteca Films sería “…una empresa cinematográfica que desarrolle asuntos de interés nacional, inspirados en temas históricos, que muestren las verdaderas costumbres mexicanas.”


Mimi Derba

Entre Rosas y Derba produjeron y codirigieron una serie de películas entre 1917 y 1919 fruto de la fundación de la Azteca Films (Sociedad Cinematográfica Mexicana, Rosas, Derba y Cía.) para algunos historiadores del cine mexicano, esta fue formalmente la primera empresa productora mexicana de cine y Derba la primera mujer productora en México, no sólo eso sino que en las seis películas elaboradas en 1917, colaboró con los guiones y la actuación, salvo en La tigresa en la que sólo dirigió, convirtiéndose así también a decir de los citados historiadores, en la primera directora mexicana. Las otras cuatro películas fueron: Alma de sacrificio, En defensa propia, En la sombra, Entre la vida y la muerte y La soñadora; todas estas películas se referían a contextos novelísticos pretéritos con pocos elementos que pudieran remitirnos al contexto mexicano de la época, eran simplemente evasión o en el mejor de los casos “…querían a la vez mostrar a México como un país ‘culto y civilizado’ para responder así a las campañas difamatorias desatadas por Estados Unidos”. No así la película El automóvil gris, que debía tratar sobre la famosa banda de asaltantes que a partir de 1915 comenzó a asolar la capital del país.

La Banda del Automóvil gris se integró por mexicanos y algunos extranjeros que habían escapado de la Cárcel de Belem durante la época convencionalista, comandados por el asturiano Higinio Granda quien ya había escapado de la misma cárcel, según la leyenda vestido de mujer, lo siguieron otros de sus viejos cómplices: Santiago Risco y Rafael Mercadante, estos junto con Granda lograron hacerse contratar como agentes de la reservada de la Inspección General de Policía. Otros secuaces fueron Ángel García Chao quien mediaba entre la banda y Juan Mérigo, otro general pero este obregonista que residía en la Ciudad de México y amante de María Conesa. Otros dos prófugos, José Fernández y León Cedillo, se alistaron en el Primer regimiento de artillería. Otros fueron Fernández Teixeiro, José A. García, Luis Hernández, Enrique Rubio Navarrete, hermano de un general huertista, Bernardo Hernández Quintero, Ángel Flores, Francisco Oviedo, Luis Lara, Carmen Aréchiga, Isabel León y Ángeles Sánchez amante de Granda, entre otros.

Lo peculiar de esta banda es que cometían sus fechorías endosados en los típicos trajes de los miembros del ejército constitucionalista auxiliándose de un automóvil de color gris, el modus operandi era muy parecido al que seguía la policía al realizar sus cateos, esto obviamente daba ventajas a los delincuentes que estaban aprovechando la situación financiera de muchos capitalinos que desconfiando de los bancos y los bilimbiques cambiaron todo por oro o joyas que conservaban en sus casas.

La efectividad e impunidad con la que operaba esta banda, hizo suponer a la opinión pública, que tal vez estarían coludidos con algunas autoridades, incluso los rumores llegaron a asociar al mismo general Pablo González en los atracos, he aquí donde la historia cinematográfica se torna interesante, porque fue el mismo González quien se mostró interesado por la elaboración de una película sobre los hechos, una película en la que él y la policía bajo su mando salían bien librados, además al considerársele tan cercano a Rosas y Derba, la cuestión parecía del todo verosímil.



Un hecho más para aderezar la historia, la película se presentó con la advertencia de que las escenas del fusilamiento eran reales y como escenografía se utilizaron los mismos lugares donde operó la banda, Rosas con su espíritu periodístico se había encargado de filmar algunas escenas previamente, así que en la elaboración de la película se utilizó material que Rosas obtuvo en sus andanzas con el propio González quien además posteriormente le pidió que esas escenas formaran parte de la publicidad para su campaña para Presidente, antes de la filmación del Automóvil gris.




Aún más, en 1944 Las Abandonadas de Emilio Fernández (El Indio), volvieron sobre el tema, pero ahora uno de los protagonistas fue un general, o más bien un delincuente que se hizo pasar por general (Pedro Armendáriz) quien se enamora de una prostituta (Dolores del Río) a quien lleva a vivir a su gran mansión y le regala un collar fruto de los robos de la banda del automóvil gris, al ser vista la amante con el collar ella descubre que el general estaba implicado en todo y es detenida y procesada por el robo. Se trata a grandes luces de referencias al general Pablo González, quien al entrar junto con Carranza a la Ciudad de México “carranceó” la casa que fuera de Ignacio de la Torre Mier16, el mismo automóvil gris pudo ser objeto de carranceo.


Y es que para entonces el crimen más perseguido fue la traición y los demás pasaron a segundo plano, bajo el lema de “moralizar” a la policía y “limpiar” la capital, González se encargó de eliminar a sus enemigos y cazar a los supuestos “esbirros huertistas” o también llamados “emisarios del pasado”.

La banda del automóvil gris funcionaba entonces, no sólo para procurar enriquecimiento ilícito a sus miembros, sino también como un poderoso objeto político para generar temor en la sociedad, incriminar y permitir ciertas liberalidades a las autoridades, una política que no era exclusiva de González, recordemos que Carranza tuvo facultades extraordinarias que incluso lo llevaron a disolver a los otros dos Poderes del Estado.

González por otro lado pretendía llegar a ser Presidente de la República, pero no contaba con los anhelos de sus compañeros de batalla, de hecho inició el periodo que precede a toda revolución dónde sus hijos comienzan a devorarse unos con otros. El mismo proceso a la banda del automóvil gris sirvió a los pablistas para perseguir a los obregonistas, aunque al final se desquitaron asesinando a los dos miembros de la banda que sobrevivieron en la cárcel el fusilamiento. Entre González y Mérigo se acusaban mutuamente de ser los patrocinadores de la banda, en el imaginario (y muy seguramente en la realidad) siempre fue González el padrino de la misma.

En la película de Rosas vemos a Pablo González indignado dando órdenes a la policía para que tome cartas en el asunto. Se desplegó un gran contingente para cumplir las órdenes de González que había recibido un ultimátum de Carranza. Fue detenido León Cedillo quien denunció a los demás, Granda huyó y jamás se le volvió a ver. Precipitadamente, 10 de los implicados fueron condenados a la pena de muerte por 2 robos de los 8 que se les imputaban. Poco antes del fusilamiento, Pablo González conmutó la pena a Bernardo Quintero, Luis Lara, Francisco Oviedo, Rafael Mercadante y José Fernández.



Enrique Rosas

El qué algunos de los integrantes de la banda siguieran prófugos y que algunas autoridades también estuvieran implicados, dieron a González y Juan Manuel Cabrera (jefe de la policía y actor de la película de Rosas) más argumentos para continuar con una política de cacería, a Cabrera se le achacaron diversos saqueos en supuestos cateos, eso sí regulares; González en cambio fue a Chinameca a asesinar a Zapata, y se le consideraba un hombre cruel al servicio de Carranza.

¿Y la Constitución? Ciertamente como un emblema, más político que jurídico, traducido en imágenes e imaginarios que para el grueso de la población debió generar inmensas paradojas. Sólo en el cine hemos dicho, la Constitución se presentaba como término de un periodo bélico y el inicio de un nuevo orden, en el mismo cine, como en el automóvil gris se presentaba ese orden como oportunista, maquiavélico, de doble moral y en fin caótico, la Ciudad de México se mira a través de la lente de Rosas como destruida, abandonada y dejada a su destino, un mensaje muy devastador para quien buscaba esperanza el que el asiento de los poderes federales se encontrar en estado tan deplorable.

Por eso El automóvil gris, es una película de difícil análisis porque para algunos es un cine de crítica social o incluso de humor negro, para otros en cambio es cine oficialista, pero creemos que esta misma paradoja puede ser aplicada al cine en general

El cine se ha dejado llevar casi siempre por las corrientes nacionalistas que se han desencadenado en las sociedades democráticas a raíz del estallido de conflictos militares. A menudo ha intentado ir de la mano del poder político hegemónico, y se ha alineado con las tendencias más conservadoras de las masas. No obstante, pocas veces las historias que se han contado en el cine se han atrevido a negar o a criticar los fundamentos de la cultura democrática o sus legitimaciones ideológicas.

Pero también la metáfora alcanza a la Constitución como producto moderno “Es necesario, asimismo, ubicar el nacimiento del cine en el contexto de la ‘comunicación de masas’ que comienza a cobrar forma en los albores del siglo XX. Una vez más, sin embargo, las masas no son productoras sino consumidoras, y la ambigüedad del término no es fortuita.” La Constitución no es del pueblo, es para el pueblo, el productor no es la sociedad, aunque así lo parezca, sino un grupo en el poder que sin embargo, tiene la colosal tarea de generar el imaginario (como en el cine) de la participación colectiva, cuando un obrero se miraba en una filmación se sentía vinculado e incluido aunque el cine siempre lo ha hecho una élite que por lo menos debe contar con los elementos técnicos para filmar, producir y difundir.

Gustavo García y David Maciel nos dicen lo siguiente:

El triunfo del constitucionalismo fue el de las capas medias –artesanos, comerciantes, profesionistas, maestros, etcétera- y el de la incipiente burguesía nacional. En consecuencia, la constitución promulgada en 1917 propuso un proyecto de desarrollo capitalista dirigido por el Estado. En ese año -1917- ya era inminente la derrota de los ejércitos campesinos de Francisco Villa y de Emiliano Zapata, pero el proyecto constitucional asimila algunas reivindicaciones rurales, además de las obreras. Por lo tanto, el optimismo de la pequeña burguesía y de otros sectores urbanos se refleja en los múltiples esfuerzos que se inician desde 1917 para fundar una industria cinematográfica.

Por lo que podemos decir que en cierta medida el constitucionalismo contemporáneo mexicano y el cine nacieron de la mano y se influyeron mutuamente, claro está si entendemos el constitucionalismo como algo más amplio a simplemente el hecho de redactar un texto constitucional, pero este trabajo está un por hacerse. Por lo que toca a la época en estudio los mismos García y Maciel nos dicen:

En esta etapa no se concibe al cine como un medio capaz de analizar la realidad social, sino más bien como un espectáculo que con un poco de suerte pueda dar beneficios económicos. Ahora bien, con todo, se le reconocía al cine un potencial educativo y moralizante en orden a reflejar una adhesión básica a los valores establecidos. En efecto, los realizadores de la época no se creen obligados a apoyar el nuevo orden de las cosas, pero, en el fondo, se sienten agradecidos al constitucionalismo de que finalmente haya exorcizado al demonio de la insurrección campesina. Así se explican las veladas referencias a las milicias zapatistas como “fracciones sediciosas” o bien como “los elementos que asolaron al país y durante varios años cometieron toda clase de atropellos” en algunas películas: Alas abiertas (Luis Lezama, 1919), El caporal (Miguel Contreras Torres, Juan Canals de Homes y Rafael Bermúdez Z., 1921).

Derecho y cine se apoyan mutuamente para poder crear los enemigos que todo Estado necesita.